Desde el domingo, por dentro,
en la puerta de la calle
puso una cruz con las palmas
que en misa bendijo el padre.
Ayer en la tarde hizo
a pie las siete visitas
poniendo en las oraciones
la fe de su alma contrita.
Hoy ha venido al viacrucis
con sus catorce estaciones,
caminando por las calles
bajo un calor despiadado.
Se angustia con las caídas,
el encuentro con la madre
el drama de las mujeres,
y cuando Jesús expira
no puede frenar el llanto.
Mañana, muy circunspecta,
con cara de circunstancias,
dará el pésame a la Virgen
en la capilla del barrio
rezando el santo rosario
con ropa negra y mantilla
aunque la nueva liturgia
no exija más que recato.
Sabe que la religión
es cosa seria y bendita,
pero que también lo son
las costumbres de familia.
Mamá, chichí, bisabuela,
todas a su vez lo hicieron
siguiendo las mismas reglas
que ella hoy está cumpliendo.
Peregrino, si al pasar
te mueve a risa o enojo
el fervor de aquella gente
porque piensas de otro modo,
pon el alma, abre la mente
y verás en su actitud
el amor, la gratitud,
la lealtad, el sacrificio,
espíritu de servicio
y ganas de ser mejor,
virtudes que a nuestro mundo
le faltan cada vez más.
Autor:Pedro F. Rivas Gutiérrez.
Dahemont/ PFRG