Por Cuco Mora.
La noticia dió la vuelta al mundo: “ En el Estado más seguro de México, rostizan a un drogadicto, luego de ser linchado por una turbamulta”…
Pena ajena, vergüenza en el rostro de los yucatecos y “alerta máxima” para un gobierno que inicia bajo el lema” El Renacimiento Maya”.
En el otrora tranquilo, pacífico pueblo del municipio de Tekit, al Sur de la Entidad yucateca, el pasado lunes, dió un vuelco en su rutina de gente trabajadora dedicada a la confección de las guayaberas, actividad que le ha dado fama y cierta fortuna económica, ahora se ve envuelto en la vorágine inexplicable – para ellos-, ante un doble hecho de sangre, una persona de la tercera edad, atacada por un joven drogadicto que con un madero le causa la muerte a doña “ Candy”, este huye perseguido por gente del pueblo, luego de ser detenido, al ser trasladado a la cárcel municipal, es interceptado el convoy oficial y sin más, el sujeto es lacerado por la gente y finalmente rociado con combustible y prendido el fuego termina con su vida a vista y paciencia de las mismas autoridades policiales del municipio…
Celofán roto…
En los anales históricos del lugar y de la entidad, por muchos años se ha vivido con el “ San Benito” de ser el estado más seguro de la república y aveces presumido como “ del mundo”. Sus autoridades han hecho de ello, un slogan seudo comercial e incluso usado como imán para invitar a empresas nacionales y extranjeras para venir a invertir el comercia, la industria, el turismo, etc., conservando un “status”, que ha permanecido como bandera del lugar y ello a resultado que se suelten las amarras, ser penetrado por miles de “fuéremos”, cual gambusinos planten sus reales e ir trastocando el solar nativo con gustos, preferencias y hasta malas mañas que nunca faltan como los prietos en el arroz…Rompiendo el celofán de La Paz y la tranquilidad de los yucatecos…
Empero, el hecho deleznable cometido en Tekit, es un mal ejemplo copiado de otras entidades como Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Michoacán, Sinaloa, donde impera la ley de la selva , la impunidad, la corrupción qué es aprovechada por “ los malosos”, cuyas formas destructivas no las imagino ni el mismísimo Dante Alighieri en su bestial novela “Satán en los suburbios”, cuyos modelos de exterminio humano solo el Fuhrer Austriaco Adolfo Hitler aplicó durante el holocausto que extermino a millones de personas en los hornos de Auschwitz, vivieron los tekiteteños contemplando como se consume una vida descarriada y víctima de las garras del vicio a las drogas…
Por otra parte, en menos de 48 horas de los ocurrido en Tekit (Lugar del dispersamiento), -según el Popolbuh de Chumayel-, en el aledaño municipio de Ucú, (El nido de la Luna), otro drogadicto agrede con un machete a un médico de farmacia, tajándole la frente y acorralándolo en una “Boutique”, para ultimarlo sin lograrlo…
El móvil del ataque: negarse el galeno darle su “ponína económica”, cual “derecho de piso” al estilo caribeño, el bruto drogado tenía atemorizados a los locatarios del pueblito incluido el párroco de la iglesia de la localidad, luego de ser apresado por las fuerzas del orden, la población gritaba eufórica: ya tenemos el galón de gasolina para rostizarlo al estilo Tekit…
COLOFON…
El yucateco, cuyas costumbres se distinguen por ser personas- hombres y mujeres-, tranquilas, taciturnas, amables y de expresa bonhomía, entre otras virtudes que le caracterizan y le imprimen la proverbial “Cultura Maya”, cuyo ADN., se muestra en el color de su piel, los ojos rasgados, su lenguaje y baja estatura, también trae consigo atávicos resentimientos contra el mestizaje y el escarnio de los conquistadores que los sometieron bajo la cruz y el acero que dio paso a las centurias trastocando valores del Mayab Eterno. Alguien nos ha dicho que lo que nunca a muerto, no puede renacer, solo transformarse con sus bondades y vicios adjuntos.
Sin herir susceptibilidades, las drogas que han superado al peyote, la mariguana y aguardientes como el balché, perturban los enclaves pueblerinos que han copiado esos vicios y van permeando el medio ambiente, hasta llegar al linchamiento y finalizar con el dicho “ muerto el perro se acabó la rabia”, vuelcan los rencores de la pobreza, la marginación, la exclusión y por consecuencia hacerlo una mala costumbre que deambula por calles de esos lares.
Ojalá, sirva de de bien analizar hasta donde llegan esos hilos y purificar las aguas de las albercas con plataformas trampolín de 10 metros, desde donde se sambuyen esas juventudes que finalizan sus vidas sin la soga del hamaquero…
Dahemont/ Cuco Mora/ Federico Snap (colectivo de Opinión)…