País dividido y presidente espurio

MIAMI, Florida.- Por donde pasa el populismo no vuelve a crecer el pasto, en décadas.

La madrugada del miércoles Estados Unidos recibió una puñalada atroz de parte de quien hace cuatro años había jurado protegerlo por sobre todas las cosas: su presidente.

Aquí se apuntó el martes que, en caso de una derrota, Donald Trump no se iría solo al hoyo, sino que atentaría contra el nervio fundamental que cohesiona a los habitantes de este país: la confianza en su democracia.

Lo hizo. En el umbral de la derrota, le dijo a la nación y al mundo que era víctima de un fraude, pues había ganado y le estaban robando las elecciones.

De confirmarse el triunfo de Joe Biden, para la mitad de los estadounidenses será un presidente espurio que llegó al poder por la vía del atraco electoral.

Fue un golpe que habrían soñado con dar los enemigos más radicales del país líder del mundo democrático.

Durante cuatro años el presidente Trump mintió sistemáticamente a sus gobernados y terminó por enfermar el alma de la sociedad. La mitad del país le creyó todo, y le seguirá creyendo.

Sin ninguna base ni argumento de respaldo, dijo la madrugada de ayer que había ganado.

Tan sabía que perdió la elección, que canceló la fiesta de la victoria a la que estaban invitadas 400 personas el martes por la noche en la Casa Blanca.

Cero pruebas de un fraude electoral, y esgrimió ese argumento con el cual engañó a sus seguidores y envenenó la democracia.

Estados Unidos perdió autoridad para promover la democracia en el mundo, porque aquí alteran las votaciones y se roban la presidencia.

¿Quién dijo eso? ¿Maduro? ¿Ortega? No, su propio presidente, que cuenta con el respaldo de la mitad de los habitantes del país.

Trump dividió a la población al grado de que no se pueden poner de acuerdo ni en el uso de la mascarilla para evitar contagios de Covid.

¿Qué le pasó a Estados Unidos?

Le pasó que hace cuatro años eligió a un populista como presidente y provocó el antagonismo racial, étnico y político más acentuado que se recuerde.

A la mitad de los estadounidenses les parece bien un presidente que engaña con la pandemia, es xenófobo, aislacionista, no paga impuestos, estigmatiza a grupos sociales, persigue la migración sin miramientos de los derechos humanos de los niños.

Los grandes valores admirados por la sociedad estadounidense, ahora resulta que son defectos.

Es un defecto decir la verdad. Ser decente. Respetar las leyes. Expresarse con libertad en los medios. Pagar impuestos. Ayudar a los aliados. Respetar el medio ambiente. Confiar en la ciencia.

Se ratifique o no el triunfo de Biden, lo sucedido esta semana en Estados Unidos es una tragedia para el mundo democrático.

Trump engañó con el Covid y a la mitad de los estadounidenses no les importó. Al día de la elección Estados Unidos contabilizó 231 mil muertos y un pico de 93 mil nuevos contagios.

¿Cuál fue la respuesta del electorado a esa calamidad y vergüenza mundial?

La respuesta fue que Trump ganó en nueve de los diez estados más golpeados por la pandemia.

Su irresponsabilidad en el manejo de la emergencia sanitaria, que al inicio negó y siempre restó importancia, llevó a la peor crisis económica desde el crack de 1929.

Y sin embargo, el martes tuvo el voto de los obreros blancos con bajo nivel de educación, que nada han ganado con él, sino todo lo contrario.

El trumpismo, aun si se ratifica el triunfo de Biden, estará lejos de haber sido aplastado.

No hubo un tsunami moral, como debió haberlo en un país que cuenta con las mejores universidades, medios de comunicación y centros de educación en el planeta.

Trump se adueñó del Partido Republicano, que conservará el control del Senado y desde ahí atará de manos al presidente Biden, si se confirma su victoria.

La mitad de los estadounidenses votó por empequeñecer el papel de su país en el mundo, al grito de Make America Great Again. Increíble.

El daño causado a Estados Unidos por el populismo ha dejado una herida abierta, en polarización social, odio al que piensa distinto, culto a la mentira y a la prepotencia, desdén por la ciencia y la razón, desconfianza en la democracia.

Biden, un hombre decente, constructor de consensos y experimentado, no lo podrá reparar, por lo profundo del daño. Y porque para la mitad de un país dividido será un presidente espurio.

Por Pablo Hiriarte / El Financiero

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