‘Lo que el viento a Juárez’

Hay un adagio mexicano para referirnos a alguna amenaza ficticia, que no nos puede causar daño: “nos hace lo que el viento a Juárez”.

Hasta hace muy pocos días, el presidente de la República parecía opinar así respecto al riesgo del Covid-19 y en buena medida, esa percepción ha guiado las políticas públicas… hasta hace muy poco.

A diferencia de esta creencia, otros países con buenos resultados al enfrentar la pandemia han hecho cosas completamente diferentes. Uno de los mejores ejemplos es Corea del Sur.

Un análisis de The New York Times –no es el único, hay muchos– señala las lecciones coreanas.

Entre el 29 de febrero y el 11 de marzo, los casos activos en Corea pasaron de tres mil 109 a siete mil 362. El peor día de todos para los coreanos fue el 3 de marzo, cuando aparecieron 851 nuevos casos.

Para el pasado 23 de marzo, los casos activos ya eran cinco mil 864, 20 por ciento menos que 12 días antes. Y el número de casos nuevos en esa fecha fue de 64, un 93 por ciento menos que el 3 de marzo.

No es opinión. Las cifras muestran el éxito de la estrategia de Corea.

¿Qué hicieron?

Fue ‘muy simple’. Son cuatro cosas. La primera fue anticiparse a la crisis. Como el Covid-19 puede permanecer asintomático por un cierto periodo, el no tener muchos casos no fue tomado como sinónimo de que no hubiera contagios.

La segunda fue hacer pruebas y pruebas y más pruebas. Se estima que se hayan aplicado 300 mil. Además, se aplicó una vigilancia minuciosa a través de medios tecnológicos, como cámaras termales, GPS de teléfonos y vehículos, entre otras medidas.

La tercera fue la trazabilidad de los contactos de los que daban positivo, así como estrategias muy agresivas de aislamiento social.

La cuarta fue una campaña vía todos los medios, desde los electrónicos hasta las redes sociales, para que la gente estuviera bien informada y se vigilara y cuidara.

No fue ningún milagrito sino disciplina, tecnología, políticas claras y acciones prontas y bien dirigidas.

El número de casos activos de Corea la pone hoy en el lugar número ocho luego de haber sido el país más afectado después de China.

La rapidez con la que va a salir de la crisis de salud hace pensar que puede haber también una menor afectación a su economía.

En México, la estrategia ha sido contraria. Apenas esta semana arrancamos oficialmente una campaña de distanciamiento social y apenas el viernes pasado formalmente se suspendieron las clases. El número de pruebas que se ha aplicado es bajo, lo que impide conocer cuál puede ser el volumen de portadores asintomáticos.

No ha habido el trabajo de investigación que se requiere para trazar exhaustivamente los contactos de los que han dado positivos. Y las campañas informativas apenas tienen pocos días de generalizarse.

Pero además, el hombre más influyente del país, el presidente de la República, envió por muchos días mensajes de subestimación del problema.

Todo esto, en el ánimo supuestamente de cuidar la economía y no generar pánico.

Si resulta que por la tardanza en aplicar las medidas de distanciamiento social, por la falta de exámenes y otras estrategias nos enfrentamos en los siguientes días a una explosión de casos, entonces más bien seguiríamos el patrón de contagios de EU, que ya es el país más afectado del mundo en términos de casos activos.

Si resulta que la estrategia funciona y México queda con muy pocos casos reales, las autoridades de salud y el propio presidente de la República nos callarán la boca a todos.

Si ese fuera el caso, al menos yo, admitiría gustoso que el gobierno tuvo razón y yo la regué.

Ojalá sea así.

Por: Enrique Quintana / El Financiero

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