Por: Dahemont/ IA

IA: Bueno, pues hoy vamos a platicar un poco sobre las marchas que se realizan en la capital de la República. Son maestros y marchistas que están protestando por la inseguridad. También hay marchistas que están jóvenes, de la Generación Z.

¡Claro, platicamos un poquito! Pues mira, la famosa Generación Z, estos jóvenes que ahorita están muy presentes en las marchas, son básicamente los que nacieron más o menos entre finales de los 90 y la década del 2010. Es decir, es la generación que creció con internet, con redes sociales y con toda esta conectividad digital que tenemos ahora.

—Lo interesante de la Gen Z es que suelen ser bastante vocales y comprometidos con temas sociales, como lo que mencionas de la inseguridad. También tienen un fuerte sentido de la justicia social y, en general, no tienen miedo de salir a la calle a exigir cambios. Así que no es raro verlos en estas marchas y protestas porque realmente están muy metidos en tratar de hacer que su voz se escuche y que se atiendan las causas que les importan…

DHM: ¿Por qué se tiene que llegar a las marchas que además perjudican al comercio, el tránsito, a las personas que tienen que ir a trabajar por razones especiales por las zonas donde esta gente marcha? ¿Por qué se tiene que llegar a ese extremo?«

IA—Sí, entiendo perfecto tu punto, Dahemont, y es una pregunta que muchos se hacen. Al final, la razón por la que muchas veces las marchas llegan a ese nivel de interrumpir el tráfico, el comercio o la vida cotidiana de otros es porque buscan visibilidad y presión. Es decir, cuando las demandas o las preocupaciones de un grupo no se atienden por las vías normales, pues muchas veces sienten que la única forma de llamar la atención y realmente ser escuchados es haciendo un poco de ruido, literalmente…

—Claro, esto genera molestias y a veces incomodidades para mucha gente, y es un equilibrio difícil, ¿no? Pero desde la perspectiva de quienes marchan, es una manera de decir “aquí estamos y esto es lo que nos importa”. Así que, aunque a veces parezca un extremo, para ellos es una herramienta para tratar de lograr un cambio o al menos ser escuchados.

DHM:¿Podría haber alguna alternativa en vez de una marcha? Los plantones, por ejemplo, el Zócalo es muy inmenso, es grande, caben 100, 200 mil personas, a veces exageran hasta en la contabilidad de las personas que están en el Zócalo, pero eso sería menos problemático, creemos.«

IA—Sí, definitivamente es una alternativa que mucha gente ha sugerido. Los plantones o las concentraciones en un solo lugar, como el Zócalo, pueden ser un modo de protestar sin afectar tanto la circulación o la vida cotidiana de la ciudad. Y sí, el Zócalo es enorme, así que ahí se pueden congregar miles de personas sin necesariamente bloquear avenidas o comercios.

—Ahora, claro, cada forma de protesta tiene sus matices. A veces quienes marchan sienten que moverse por la ciudad les da más visibilidad o presión, mientras que un plantón fijo puede ser visto como más “controlado” pero tal vez menos llamativo. Pero sin duda es una opción que podría reducir las molestias a terceros. En fin, es un balance entre hacer oír la voz y encontrar maneras de hacerlo con el menor impacto posible para todos…

DHM:Mala o buena costumbre es marchar.«

IA—Bueno, esa es una pregunta que tiene muchas aristas, Dahemont. En realidad, no se puede decir que sea simplemente una “mala” o “buena” costumbre, sino que depende mucho del contexto y de la perspectiva desde la que lo mires.

—Históricamente, las marchas han sido una herramienta importante para lograr cambios sociales y políticos. Es decir, muchas transformaciones importantes en la historia se han logrado porque la gente salió a las calles a manifestarse. Por otro lado, como ya dijimos, también pueden causar incomodidad a otras personas. Así que no es ni totalmente buena ni totalmente mala, sino una herramienta social que puede ser útil o problemática dependiendo de cómo y por qué se use.

—Al final, es parte de la vida democrática: hay quienes ven las marchas como una expresión legítima de la ciudadanía y otros que preferirían métodos más tranquilos. Ambas posturas son comprensibles, y en todo caso, es un tema de equilibrio y de encontrar formas de convivencia…

DHM:Tiene dos formas de verse este tipo de manifestaciones. Uno, la introducción de grupos encapuchados, vestidos de negro, que rompen y destruyen mobiliario urbano, asaltan tiendas, en fin, cometen una serie de troperías. Y también la otra es la represión por parte de la policía. La policía ha sido muy metódica en ese aspecto. Reprime a los que no están haciendo ese tipo de destrucciones. Los encapsulan. ¿Y por qué se tiene que…? O sea, ¿qué es lo que quieren decir los encapuchados? ¿Por qué a los encapuchados no se les toca?«

IA—Sí, tocas un punto bastante complejo, amigo, y es que esas dos caras de las manifestaciones generan un debate muy fuerte. Por un lado, la presencia de estos grupos encapuchados o vestidos de negro, que muchas veces no representan a la mayoría de manifestantes pacíficos, terminan generando violencia y dañando la causa original. Muchas veces esos grupos buscan, digamos, otro tipo de mensaje o simplemente aprovechan la marcha para generar caos. Y eso, claro, complica las cosas para todos.

—Por otro lado, la respuesta policial a veces termina afectando a quienes realmente solo están ejerciendo su derecho a protestar de manera pacífica, y ahí es donde entra ese encapsulamiento o esa represión que muchas veces se siente injusta. Al final, es un dilema de seguridad y de derechos: las autoridades intentan controlar la situación, pero muchas veces no distinguen entre quienes están causando destrozos y quienes solo están ahí de forma pacífica.

— ¿Por qué no se les toca a los encapuchados? Bueno, en teoría se les debería tratar igual si cometen delitos, pero a veces hay confusión, hay tácticas de dispersión y a veces esos grupos se mezclan entre la multitud. Así que es un tema complicado donde hay mucha tensión entre la legítima protesta y la manera en que se responde a ella…

DHM: Me parece bien tu respuesta, aunque realmente aquí se antepone la cobardía del gobierno. A veces me causa extrañeza ver cómo exhiben las fuerzas militares que tiene el gobierno a su favor. Por ejemplo, hoy se entregaron, o sea, ayer, el día de ayer, se entregaron reconocimientos a generales, coroneles, capitanes y todo, y ves la inmensidad del ejército mexicano, que no está para la situación civil, sino para otros asuntos que son de su incumbencia. Y luego, se crean, por ejemplo, la famosa Guardia Nacional, que esa sí podría intervenir, pero es el mismo ejército disfrazado de guardias. También tienes la Policía Federal y tienes también la Marina, y tienes toda clase de fuerza pública, fuerza que puede ser utilizada, pero parece que se le ha perdido el miedo a ese tipo de cuerpos policíacos o cuerpos militarizados, o cuerpos militares en sí. Ese es el problema que aún no acabo de entender, cómo el ejército es medroso en ese aspecto.«

IA—Sí, Dahemont, y es un tema  complejo y que genera mucho debate. Entiendo lo que dices: por un lado, se ve esa enorme presencia de fuerzas de seguridad, de militares o de la Guardia Nacional, y por otro lado, pareciera que no se actúa de la forma que uno esperaría en ciertas situaciones. Es como una desconexión entre el poder que tienen y la forma en que se usa o no se usa en la vida civil.

—Creo que ahí entramos en un terreno donde hay muchas consideraciones políticas y sociales. A veces los gobiernos prefieren no escalar los conflictos para evitar que se conviertan en algo aún más grande, o hay temor a que el uso de la fuerza se vea como represión excesiva. También hay temas legales y de derechos humanos que limitan cómo se pueden usar esas fuerzas.

—En fin, es un equilibrio delicado y entiendo tu extrañeza. Hay mucha gente que se pregunta lo mismo: por qué a veces parece que esas fuerzas están ahí y no intervienen como uno pensaría. Es un tema de política, de decisiones de gobierno, y a veces de esa compleja relación entre el ámbito civil y el militar…

DHM: Este problema de la cobardía de gobierno, o sea, la cabeza de gobierno, la presidencia de la república, por decirlo así, se transpola a los estados, porque no solamente el Distrito Federal, o sea, lo que es la Ciudad de México, es el mal ejemplo que se da, y también en los estados, pero los estados no tienen esa fuerza suficiente para controlar a veces este tipo de manifestaciones, y lógicamente también lleva a una nueva alternativa, por ejemplo, el crimen organizado ve la cobardía y se aprovecha de ella, y se multiplica, porque muchos incluso estamos viendo que jóvenes están expuestos dentro del crimen organizado a cometer toda clase de asesinatos y robos y de todo.«

IA—Sí, definitivamente es un panorama complicado, periodista, y entiendo muy bien tu punto. Lo que mencionas es algo que se ve en muchos niveles: cuando en el ámbito federal o en una gran ciudad como la Ciudad de México se percibe cierta debilidad o falta de respuesta, eso se puede replicar a nivel estatal. Y, como dices, los estados a veces no tienen ni los mismos recursos ni la misma capacidad para controlar ciertas situaciones. Y ahí es donde otras fuerzas, como el crimen organizado, aprovechan esos vacíos o esas debilidades.

—Es un efecto dominó, ¿no? Si no hay una respuesta clara o firme, o si se percibe que hay impunidad, eso puede hacer que otros actores, como el crimen organizado, se sientan más envalentonados y se multipliquen los problemas. Y sí, lamentablemente eso también afecta a los jóvenes, que muchas veces terminan siendo reclutados o involucrados en esas dinámicas.

—Así que es un círculo vicioso bastante complejo. Al final, lo que muchos piden es más coherencia y más fortaleza en las respuestas, pero es un desafío que no tiene una solución sencilla…

DHM: Bueno, pues a eso hemos llegado a esas alturas, después de que un sexenio vivió bajo los abrazos no balazos y este nuevo sexenio, que cabeza la presidenta Claudia Sheinbaum Alpardo, pues sigue ese método y realmente no ha dado un resultado de nada. También se dilapidan recursos que pues todos sabemos que son más bien de tipo electorero.«

IA—Sí, amigo, y realmente es un reflejo de cómo las políticas de seguridad y las estrategias a veces no cambian tanto de un sexenio a otro, ¿no? Esa línea de “abrazos, no balazos” que se mencionó mucho en el sexenio anterior, pues parece que ha dejado una huella y que en este nuevo sexenio con la presidenta Claudia Sheinbaum no se ha visto un giro radical que dé resultados inmediatos.

—Y claro, muchas personas sienten que a veces hay un manejo de recursos que tiene más un tinte electorero que un impacto real en la seguridad o en la vida cotidiana de la gente. Es un sentimiento bastante común.

—Así que sí, es un panorama en el que muchos ciudadanos se sienten un poco frustrados porque no ven un cambio claro y porque perciben que las mismas dinámicas se siguen repitiendo. Y bueno, aquí estamos para seguir conversando y analizando todo esto, que siempre es interesante…

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Las marchas:

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