VIERNES DE VEJENTUD.
Trancazo…
Por: Pedro F. Rivas Gutiérrez
Hoy amaneció “mistelero” el tiempo, ¿se dieron cuenta? Nunca supe qué era ni probé la mistela, pero así decían las abuelas cuando amanecía nublado y bajaba la temperatura. Ahora le dicen tequilero… creo.
Tiempo de finados, dirán algunos más enterados. Desde el principio de la semana estamos con lloviznas y uno que otro aguacero, por algo será.
—¡Ninio, no andes sin zapatos, te vas a acatarrar! ¡Pon tu chamarra! —decía la nana, con voz de pito rajado.
Y el “ninio” como si nada, Eso de que los viejos de ahora éramos más obedientes cuando niños, es un cuento para educar a los hijos y apenar a los nietos. Lo que pasa es que las herramientas para inducir al infante a la obediencia a corto plazo eran más eficaces. (Para los malpensados, no a eso se refiere el título de esta nota).
El tema de hoy no es la educación sino la enfermedad. No me imagino a las nanas o a las mamás amenazar con que nos daría influenza, dengue, chikunguya o alguna otra dolencia de nombre raro. De vez en cuando oía que los gringos andaban preocupados por el “flu”, pero para mí el “flu” era la moqueada del catarro.
De la enorme variedad de enfermedades que ahora hay, ni noticia. O no existían, o no llegaba a mi barrio la información. Lo más moderno era la gripa, que era lo mismo que el catarro, pero más elegante. Se hablaba también de la pulmonía, pero en voz baja, porque al que le daba, se moría.
Eso sí, existían categorías: catarro, gripa y trancazo. El primero era como una depresión tropical, la segunda como una tormenta y el último como un huracán. Con el catarro hasta podías ir a la escuela, con la gripa te quedabas en casa unos días, pero con el trancazo… ¡madre mía!, te encerrabas a piedra y lodo con paños fríos para bajar la calentura y aspirinas para el dolor. Había tías tan escrupulosas, que calafateaban las rendijas de la puerta del cuarto con papel periódico, para que no se colara el aire.
Ya no se usa tanto la palabra, pero si quieres saber lo que es un trancazo, pregúntale a cualquiera que haya tenido influenza o dengue. Lo difícil no es encontrar qué te duele, sino qué no te duele.
Claro, como todo en la vida, tiene también su lado bueno. Aprovechas arrepentirte de todos tus pecados, prometes enmendarte y encomiendas tu alma a Dios.
Bueno, pues tiempo de finados, otoño, frentes fríos, o como quieras llamarle, ya empezó la época en la que vienen los trancazos. No andes sin zapatos, pon tu chamarra y, aprovechando la modernidad, vacúnate contra la influenza (que ahora sí hay).
Saludos./FRG
Dahemont…