Aquí se equivocó Churchill

MIAMI, Florida.- Le atribuyen a Winston Churchill haber dicho “Si te quieres decepcionar de la democracia, conversa cinco minutos con un votante”. Cierto, en términos generales.

Aunque en un recorrido de seis horas y unas cincuenta entrevistas breves por cuatro centros de votación anticipada, lo que se pudo percibir fue otra cosa.

Casi nadie dio un motivo egoísta de su decisión, luego de entregar la papeleta cruzada en favor de Biden o de Trump.

Sí, desde luego, aquí también hay quienes compran espejitos de vidrio como si fueran piedras preciosas.

La propaganda hace su trabajo, influye, y mucho.

Pero los motivos de unos y otros, en esta batalla crucial, tienen ese aliento de generosidad que está viva en una nación multicultural y pluriétnica.

Piensan en su país, en su idea del mundo, antes que en su conveniencia inmediata.

Me refiero a la gente común, que entrevisté, y no a las corporaciones ni a los grandes financieros o sindicatos.

Esa nobleza de ideales en muchos ciudadanos estadounidenses que, en casos extremos, los llevó a hacer maletas y enrolarse en el Ejército para dejar sus vidas en las playas de la lejanísima Normandía, y así liberar a Francia del nazismo.

A luchar en Anzio y Montecassino hasta derrotar al Eje y rescatar a Roma del fascismo, en nombre de la libertad, en que creen.

Se equivocaron sucesivos presidentes, demócratas y republicanos, en Vietnam, y personas como las que entrevisté protestaron hasta abrir un frente político interno que influyó en su gobierno para evacuar Saigón.

Aceptaron que sus impuestos se fueran a financiar la ‘guerra de las galaxias’ de Ronald Reagan, que le rompió el espinazo a la economía soviética y le devolvió la libertad a cientos de millones de personas encerradas tras la Cortina de Hierro.

Sí, aquí hay algo más de fondo que ciudadanos “de mandíbulas grandes, de tanto mascar chicles”, que van por el mundo sin saber dónde están y en busca de un resort con happy hour.

En el Museo de Ciencias, en Biscayne Boulevard, habilitado como centro de votación, un treintañero con pinta de ejecutivo, Fabián, me dice que estas elecciones “son importantes para el futuro del país y para el futuro del mundo. Yo quiero un cambio positivo en el mundo, poner freno a la discriminación, un trato más igualitario para todos, y progreso equitativo. Voté por Biden”.

Bajo la sombra de un árbol descomunal como un guarumbo de la selva maya, esperé a que fueran saliendo los votantes hacia sus coches, porque al Museo Vizcaya, en Coconut Grove, nadie llega a pie.

Jim salió del centro de votación de la mano de su hija pequeña:

“La elección me importa porque quiero que gane el candidato que se preocupa por el medio ambiente y ve hacia adelante. Aunque tuviera 80 años mi voto igual sería por Biden… Traje a mi hija para que vea este proceso cívico que será histórico”.

Más directo es George: “Para mí estas elecciones harán la diferencia entre democracia y socialismo”.

Ileana, una señora de aspecto serio, me regala unos minutos de su tiempo:

“Son importantísimas, muy importantes estas elecciones, no sólo para Estados Unidos, sino para el mundo y en particular para América del Sur. No podemos seguir por el frustrado camino comunista. Son elecciones difíciles, competidas, pero los dos candidatos han expresado con claridad cómo ven al mundo”. Ella, Trump.

Joseph y su esposa están a punto de cerrar las puertas de su camioneta BMW, pero él se detiene, reabre y comenta: “Vinimos a votar porque de Trump nadie puede sentirse orgulloso. Quiero que mis hijos se sientan orgullosos de su presidente. Trump no puede seguir siendo presidente de este país. Queremos un presidente digno, y ese no es Donald Trump”.

Un joven, Gabriel, me habló como quien alguna vez se quemó con leche: “Yo voté porque no quiero que este país sea socialista”.

Chris, igual de joven, que también ya se retira junto con su esposa, dice que la situación es clara, pues “votas por América o votas por Trump. Quieres democracia o quieres autoritarismo”.

Joe tiene mucha prisa, pero es contundente en su respuesta: “Vine a votar porque tiene que haber orden. Esto se está saliendo de madre”.

Una mujer canosa y con mirada de gente de paz, con unos gafetes colgados al cuello, de nombre Taima, sintetiza cómo definió su voto: “Si quieres vivir en democracia o con un bad man”. Se rió de lo que pensaba, y lo dijo: “Elegiremos a un good man o a un bad man”.

El Museo de la Ciencia, donde se vota sin aglomeraciones de propagandistas, está en un área de la ciudad que en cuatro esquinas desmiente el simplismo de que Miami es una ciudad frívola: el Adrienne Arsht Center, Ballet Opera House, Knight Concert Hall, y este museo.

Unos pasos más abajo, el American Airlines Arena, donde juegan los subcampeones de la NBA, el Heat.

“¿Por qué vine a votar? -repite Melissa la pregunta-. Porque soy americana y es un privilegio hacerlo. Es lo más importante como ciudadano. Estas elecciones van a manifestar (no quiso que pusiera ‘marcar’) los siguientes 100 años de mi país”.

-Entonces, ¿por cuál votaste?

-Trump.

Churchill, ¿tenía razón? Aquí, por lo que oí, se equivocó.

Por: Pablo Hiriart / El Financiero

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