Defendemos la cerveza, menospreciamos la educación, atacamos a los médicos

Mi reconocimiento al sector salud que está en la trinchera.

Colgué la llamada con Bety Zavaleta, conductora de la XEU, y después de responder sus preguntas me sentí molesto, no con ella por supuesto, fue por la reflexión que hice en vivo. No tiendo a enojarme fácilmente, pero se tocó un tema sensible para mí.

La primera pregunta que me hizo Bety fue ¿por qué en México a pesar del llamado a quedarse en casa, es el país latinoamericano que menos caso hace, muchas personas siguen saliendo?

Le respondí con una analogía: Para visualizar el egoísmo social de algunos mexicanos, pensemos que el mundo es un salón de clases en donde están todos los países, México es un alumno más, pero la maestra tiene que sentarlo hasta adelante porque no hace caso, se porta mal, no sigue las reglas, a cada rato se sale del salón, es indisciplinado, no le gusta hacer la tarea, mandan a llamar a su mamá constantemente, es muy bravucón, si lo miran feo se quiere pelear, si no lleva torta anda viendo a quién se la quita, si alguien lo toca se siente molesto y deshonrado, quiere golpear.

Es preocupante, triste y a la vez molesta la actitud que están tomando algunos mexicanos ante el COVID-19, en una de las cosas en las que más podemos cooperar es mantenernos en casa y salir lo menos posible, pero no, aunque tengan la oportunidad de estar sin salir la gente no hace caso, ahí andan paseando. En otros países en mejor o peor situación económica que la de México, las personas salen menos que en el nuestro, basta con que hagan la recomendación, desde luego esto se ve reflejado en el número de contagios y en el número de fallecimientos.

Todavía hasta ahí todo iba bien en la entrevista radiofónica con Bety Zavaleta.

¿Por qué los mexicanos no respetamos la normas sociales, en este caso el quédate en casa? Fue otra pregunta que traté de responder de la siguiente forma. Hay varios motivos, pero apuntaré los más importantes.

1) Para empezar, nos gusta desafiar a la autoridad rompiendo reglas aparentemente simples como las de tránsito, eso nos hace sentir superiores. El mexicano se siente poderoso cuando rompe las leyes, en otros países les da pena cuando no siguen las normas, acá nos da risa.

2) Por otro lado, sabemos que en México es difícil que ocurra realmente una sanción cuando se rompe una norma, la realidad es que existe la impunidad y hemos desarrollado estrategias para evadir las leyes como la mordida, el soborno o “los regalitos”. Desde pequeños en el auto o en el camión, muchos niños van aprendiendo cómo dar una “mordida”, cualquier niño de más de 10 años sabe claramente entender los múltiples sentidos de esa palabra.

3) El mexicano que no respeta una norma lo presume, lo pone hasta en sus redes sociales, no importa que vaya en juego su vida, gran parte de los accidentes de tránsito se debe a que los conductores o, en su caso, los peatones no respetan el reglamento. Es muy sabido que la mayoría de los delincuentes en nuestro país empezó rompiendo normas pequeñas, hasta que se convierten en todos unos mafiosos.

4) También es sabido que en nuestro país muchos de los que juran defender nuestras leyes son los que menos lo hacen, y conste que se les paga muy bien, pero no, se vuelven corruptos. Entonces si la autoridad no respeta, ¿por qué yo sí?, dicen muchos mexicanos.

5) Tenemos una larga lista de frases en México que reflejan esa cultura de no respetar las normas: “El que no tranza no avanza”, “En México es la ley de Herodes o te…”, “Aceitale la mano y verás cómo afloja”, “Si usted me ayuda me daré por bien servido”, “Cómo nos arreglamos” o “Debe haber una forma de arreglarnos”, “No importa que robe, pero que salpique”, “El año de Hidalgo… “, “La moral es un árbol que da moras”, “Primero mis dientes, luego mis parientes”, entre otras.

6) Somos una sociedad en donde los sujetos piensan primero en lo individual, que en la colectividad, si una norma beneficia a todos, pero nos afecta como personas, entonces si podemos, no la respetamos, las sociedades orientales es a la inversa, por eso ellos están saliendo más pronto de la pandemia.

Entonces, aunque esté en juego la vida, no se respetan las normas en nuestro país. A las personas que entraron al Metro de la Ciudad de México durante el primer día que se hizo obligatorio el uso del cubrebocas, se los dieron gratis a todos, sin excepción, ¿y qué creen? Al subirse al vagón, ya casi todos se lo habían quitado, de acuerdo a los videos mostrados en TV y en redes sociales. En el mundo se rieron de nosotros, de verdad, vean las notas de ese día.

Pero también hay otra realidad, México tiene una economía informal muy importante, es decir, personas que no están establecidas tienen o trabajan en un negocio que va al día, si no laboran ese día no comen, además no reciben apoyos ni subsidios. Por eso no pueden quedarse en casa.

Muchas empresas en México son de subsistencia, es decir, los ingresos diarios son para pagar los gastos operativos del mismo día y la ganancia es en realidad el salario del patrón, no son empresas que acumulen y no están hechas para crecer, entonces ahí la gente o trabaja o trabaja, y no están recibiendo apoyos de nadie para que tranquilamente puedan cerrar.

Desde luego están quienes tienen que salir a la calle para poder cubrir los servicios básicos de la población, como el gas, el agua potable, la energía eléctrica, los alimentos, limpia pública, esos sí son servidores (no como otros), o las personas que tienen que repartir apoyos a la población vulnerable se la juegan también, estos también son héroes y casi no hablamos de ellos.

Lo más triste es lo que le hacemos al personal de salud, lo maltratamos. Tan solo en un mes SEGOB ha registrado 159 agresiones contra personal de salud, ojo, acuérdense que no todos deciden denunciar, entonces deben ser mucho más. En este punto fue cuando me empecé a enojar por cómo actúan algunos mexicanos.

En otros países les aplauden al personal de salud, les rinden homenajes, les dan de comer gratis, acá no, los han llegado a golpear, rayar sus vehículos, les han aventado cloro, amenazado, les han sacado pistolas, y no han sido casos aislados, esto se está multiplicando, cada vez la gente se pone más violenta con ellos.

Se la están jugando todos los que trabajan en el sector salud, médicos, enfermeras, auxiliares de enfermería, el personal de intendencia, de vigilancia, de mantenimiento, administrativo, los laboratoristas, los nutriólogos, cocineros, recepcionistas, residentes, internos, camilleros, radiólogos, trabajadoras sociales, directivos, entre otros, que se exponen y gracias a ellos pueden

operar los hospitales, pero ahora se tienen que quitarse sus uniformes por temor a las agresiones, no esperan un agradecimiento, pero al menos respeto.

Ahí fue donde me molesté, cuando llegué a ese punto del comentario, por todos los médicos que conozco. ¿Usted no conoce un médico cercano?, del cual ha recibido un buen trato, ¿se merecen ellos una grosería?

Mi padre tiene 55 años de ejercer la medicina y, en la ciudad en donde vive, la sigue ejerciendo. Tengo dos hermanas que ejercen la medicina, Aida y Sara, una para humanos y otra para nuestros hermanos los animales; dos tíos que quise mucho, Gabriel y Moisés fueron muy buenos médicos del IMSS; dos sobrinos que han estudiado medicina, Moniquita Tellez y Diego Moisés; mi sobrino ahijado David Arturo está en cuarto semestre de medicina y mi hija ya va en segundo semestre de la misma carrera.

Y sigo, algunos de mis mejores amigos del bachillerato estudiaron medicina y hoy la ejercen con mucha ética y profesionalismo, Margarita Antonio, Eduardo Soriano y su esposa Laura, y Mónica Farret. Mi tía Emma, a quien quiero, fue enfermera del IMSS, mi sobrina Itzamara también lo es y su mamá trabaja en el IMSS.

Pensar que a cualquiera de ellos los puedan agredir por estar en el sector salud, cómo no me va a enojar, se me hace una locura, todas ellas personas nobles, trabajadoras, responsables, estudiosas. No pido que les aplaudan, pero sí que al menos las respeten.

Los médicos están poniendo sus propios recursos para no infectarse en los hospitales, se están jugando la vida y no nos conviene que ellos se enfermen, quién nos va atender, quién verá por nosotros. Algunos médicos están poniendo tierra de por medio y en parte les doy la razón, se enfrentan a algo todavía desconocido y no les dan apoyos suficientes.

Hay personas que comentan “no conozco a nadie que tenga COVID-19” o señalan que es una estrategia de control social, la realidad es que la enfermedad existe, y sí, una forma de control es el miedo, pero ¿por qué esperar a que a un familiar o conocido le dé?, para entonces sí seguir las recomendaciones. Más del 40 % de los mexicanos no cree que le pueda dar, de acuerdo a la encuestadora Covarrubias y Asociados, que es un invento dicen, y si después de todo lo que se está viviendo no lo creen, pues ya no hubo forma, hasta que no lo vivan en carne propia y ojalá no sea así.

O bien tenemos en el fondo la esperanza de que ocurra un milagro y que desaparezca del mapa esa enfermedad, “que nos haga los mandados”, que algo superior nos proteja, que no nos pase nada, pero no es así.

No somos superiores al COVID-19, podremos ser inmunes, pero eso no implica que no podamos contagiar a los demás, debemos seguir todas las recomendaciones, por la salud de todos, pero también por la economía, muchas personas se han visto afectadas y entre más dure el COVID-19 en la sociedad, el daño será mayor para todos.

Y bueno, vivimos en un país que ante el COVID-19 las escuelas privadas en apoyo a las familias bajan sus colegiaturas de un 5 % hasta un 40 %, mientras la cerveza sube de precio y la gente la consume más. En redes sociales la sociedad discute y comenta más sobre dónde encontrar

bebidas alcohólicas y muy poco por no decir que nada, sobre la educación de nuestros hijos a través del sistema on line en tiempos de COVID 19. Ese es nuestro México, discutiendo y preocupado por la cerveza y poco por el sistema educativo.

Correo: pedrooctavioreyes@gmail.com

Deja un comentario