“Los pueblos indígenas no somos la raíz de México, somos su negación constante”

Yásnaya Aguilar cuenta que no supo que era indígena hasta que llegó a vivir a la ciudad. Hasta entonces nunca se lo había planteado porque desconocía el mundo en que ellos, su pueblo, Ayutla Mixe, en Oaxaca, en el sur de México, era considerado como tal. “Siento que hay una relación compleja con la palabra indígena”, cuenta Aguilar, lingüista, ensayista y uno de los secretos mejor guardados de las letras mexicanas. “Tiene mucha carga, aunque es verdad que la palabra indio tiene más. Indígena es la versión políticamente correcta de indio. La incomodidad tiene que ver con el hecho de ser categorizado como indígena por los Estados nacionales”.

Es ese extrañamiento de ser nombrada por el otro, de existir en cuanto a un otro hasta entonces prácticamente desconocido, lo que empezó a despertar en ella una sensación molesta. De fraude. “Como lingüista me puse a ver si había equivalencias a la palabra ‘indígena’ en las lenguas de México. Y me di cuenta de que en la mayoría no existe. En mixe, por ejemplo, akäts significa no mixe, que puedes ser tú, un japonés o un canadiense”. Es decir, que no hay concepto que nombre al hombre blanco. Está el mixe, están los demás.

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